lunes, 26 de julio de 2010

The Princess Bride

Hay una escena de una de mís películas favoritas “La princesa prometida” que me vino a la cabeza el otro día. La acción tiene lugar tras el fracaso de los “malos” en su intento de secuestrar a Buttercup. El gigante e Iñígo Montoya se vuelven a encontrar en la población en la que se conocieron y aceptaron el trabajillo del príncipe malísimo: Iñigo está borracho y desesperado y le cuenta al gigante algo así: “Vizzini me dijo que si todo salía mal que volviese aquí al principio. Y aquí estoy, dónde me dijo Vizzini”.
Normalmente, cuándo alguien inicia un proyecto nuevo (de lo que sea, un proyecto de vida, de familia, un nuevo trabajo, un informe…), parte de unas bases. De lo sólidas que sean esas bases dependerá que pueda construir encima con seguridad. En ocasiones fallan las bases, otras veces son los ladrillos que pones encima de ellas los que tienen algún defecto de fábrica… Cuánto más abajo esté el fallo, más graves son las consecuencias cuándo el edificio se derrumbe. Y siempre lo hace. Tarde o temprano, se va al suelo…

Últimamente me siento así. Cómo si, en algún momento, hubiera utilizado material de poca calidad sin ser consciente de ello. Y ahora mi edificio está empezando a oscilar a una frecuencia que no debiera. Inconscientemente, empecé hace un tiempo a deconstruirlo buscando ese defecto de fábrica que provocaba las oscilaciones. Y, aunque éstas han disminuido a medida que iba quitando las capas superiores, no han desaparecido del todo. Y aquí es dónde toma sentido la frase de Vizzini: “Si todo sale mal, vuelve al principio”. Ahora que soy consciente, y que estoy bastante segura que las bases de partida de mi proyecto eran firmes, sólo se trata de ir quitando pieza a pieza las capas superiores. Con mucho cuidado y en el orden correcto, para evitar que se derrumbe en el proceso. Y llegar al principio, a las bases.

Es la única forma de empezar de nuevo. Y hacerlo con la solidez necesaria. ¿Qué he aprendido de todo esto? Que tengo que hacer controles de calidad mucho más exhaustivos de los “materiales” con los que construyo mi vida. No me van a volver a colar gato por liebre. Ya no.

Aquí estoy. Volviendo al principio. Sabed que si os saco de mi vida no tiene porqué ser definitivo, sólo es temporal. A menos que seáis vosotros la pieza que no encaja y que provoca las vibraciones. Entonces, sintiéndolo mucho, no volveréis a tener cabida. Que sólo tengo una posibilidad de construir un rascacielos, y no quiero quedarme con una adosada de dos plantas…
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domingo, 11 de julio de 2010

En las montañas de mi locura

Hay ocasiones en las que tengo la extraña sensación de que estoy dejando atrás mi cordura. Algo así como si mi pensamiento racional derivase a profundas simas inconexas en las que nada es como debiera ser. En esas ocasiones, acostumbro a solucionarlo intentando verme desde fuera, cual experimento sociológico del estilo "Gran Hermano" en el que yo soy la única concursante y la casa es un plano de realidad alternativo.
Otras veces, soy claramente consciente que se me ha dado la oportunidad de tirar los dados, en la que esa intuición de la locura de la que hablaba antes se ha materializado en una mala tirada y, definitivamente, he perdido "sanity".

Hay en mi historial genético una larga tradición de visitas a centros mentales (creo que en las épocas de las que hablo, los llamaban "manicomios"), visitas que se convertían en residencias permanentes. Se da el caso, además, de que las visitantes tenían los dos cromosomas X, cosa que no deja de ser curiosa y digna de mención.

Estoy, según las estadísticas (que ya sabemos que se parecen a la realidad individual lo que Torrebruno a Lobezno), en la mitad de mi vida. No sé con cuánta "Sanity" hicieron mi personaje, ni sé la que ya he gastado. Espero que me quede suficiente como para no acabar enfrentádome yo sola, en un paisaje helado, al más Antiguo de los Antiguos... y que a partir de ese momento mi mundo se reduzca a una habitación de 3x3 metros con hermosas vistas a una realidad que ya no me pertenece.

Mientras llega ese momento, utilizaré la única arma que tengo: la racionalidad frustrada...
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martes, 6 de julio de 2010

Pimientos e intensidades

Este fin de semana pasado hemos participado en una salida familiar de una asociación para niños con TEA (Trastorno del Espectro Autista). Hacen este tipo de salidas todos los años, pero hasta este no nos veíamos preparados para apuntarnos.
La experiencia ha sido intensa, pero de una intensidad dolorosa. Con determinado tipo de “intensidades”, me pasa como con el pimiento: ni me gustan ni me sientan bien. Aún necesito digerir bastante todo lo que hemos vivido estos tres días; no obstante, me gustaría destacar algunas cosas.

Pimiento Verde: el ver a otros niños con el trastorno. Sin duda alguna, mi hija es especial. Hace cosas diferentes, pero que yo he asimilado como normales, de forma que ni me sorprenden, ni me llaman la atención. De repente, he visto cómo ven a mi hija los demás. Y es extremadamente inquietante darte cuenta de ello.  Eso me hace entender mejor a la gente que nos mira “raro”, que de esos hay muchos.

Pimiento Rojo: las cosas que me han explicado algunos padres. Cómo utilizaban homeopatía o Flores de Bach y creían que servía para algo, que habían notado mejoras. No les dije nada; no les desmonté el chiringito de la superstición. No me queda energía para luchar por otros niños que no sean los míos. Cuándo tienes un problema de esa magnitud, no te queda margen para intentar ayudar a quién no quiere que le ayudes. Cómo me comentaba otra madre (con esta sí que hubo “feeling”), quien quiere saber, busca.

Pimiento del Padrón: La resignación. Ver y oir como algunos padres decían que su hijo era así y no podía cambiarse. Que no puedes hipotecar toda tu vida en pagar tratamientos para lograr una ligera mejora. Que debías aceptar que eran bebés eternos y aprender a vivir el día a día intentado simplificar las cosas. Me decían que yo también llegaría a ese punto. Que cae por su propio peso. Quizá tengan razón, pero no hoy. No ahora. No pienso cruzarme de brazos y aceptar que no hay margen de mejora. No voy a tolerar que en casa entre la desesperanza. Mientras haya luz, por tenue que sea, seguiremos sembrando.

En la parte positiva: encuentros, soledades compartidas, proyectos y saber que no estamos tan solos como nos sentimos. Y unas piscinas estupendísimas que valen en sí mismas la excursión hasta allí…

…Y por supuesto, los niños. Nuestros niños especiales: únicos, magníficos y luchadores en un mundo que no entienden ni comparten.
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SUS...PIRO

Tanto aire exhalado sin sentido... intentaré hacer algo productivo con él y convertirlo en palabras.