jueves, 23 de septiembre de 2010

La niña que soñé

Parece ser que la tarjeta de acceso a mi centro de trabajo está muy deteriorada. Ciertamente, apenas se me vé la cara, así que tuve que solicitar un duplicado. En él se pedía una foto, de forma que empecé a rebuscar entre las fotos en formato electrónico que tenía a mano una que fuera adecuada.
Y entonces me topé con una imagen que hacía años que no veía: es del primer día de colegio de mi hija Sara. Todos los primeros días de colegio de los niños cuándo iban a preescolar, me cogía fiesta y los llevaba yo al cole. La tradición marcaba, además, que hubiera foto oficial de la salida hacia la escuela. Y allí estoy yo, con mi niña de casi un año en el cochecito sentada y mis otros dos hijos, de casi tres y casi cinco años a ambos lados.
Creo que aquel fue el último día perfecto. Que todas las sospechas que bullían en mi interior respecto a Sara empezaron a tomar cuerpo cuándo fuí a recogerla por la tarde y me explicaron como había ido el día. Cuándo ví a los otros niños de su edad a su lado, y parecía que tuvieran el doble de edad...
Mirar esa foto, tan a contrapelo, sin estar preparada, hizo que volviera de nuevo todo el dolor que vino después, las sospechas y dudas, la confirmación de la terrible enfermedad que padece, el ingreso en el hospital, la búsqueda de un tratamiento... de esperanza.

Pero todo eso no fue lo peor que me trajo aquella foto.

Lo peor fue darme cuenta que sigo llorando a la niña que soñé y que murió cuándo nació mi hija.
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martes, 7 de septiembre de 2010

De vuelta

Se acabaron las vacaciones. Este año han dido especialmente difíciles. Jodidas, me atrevería a decir. Pero como suele ocurrir, incluso entre el estiércol puedes encontrar alguna flor.
Lo bueno de tocar fondo es que te permite tener un punto de apoyo para tomar impulso hacia arriba. He vuelto de las vacaciones con un listado enorme de tareas; ahora sólo falta ir poniendo el "hecho" correspondiente en cada una de ellas. Creo que finalmente he sido consciente de que no se puede jugar al mus con una baraja francesa. Puede parecer lo mismo, pero no lo es. Para nada.
Ahora toca ponerse las pilas y aprender a jugar a póker. Para eso sí que tengo cartas. Y esta vez, además, algo ha debido pasar algo extraño a nivel molecular porque noto en cada una de mis células la sensación de cambio, de final de etapa. Este año ha sido el Tourmalet, y me ha dejado exhausta en todos los sentidos.
Esperemos que ese cambio se materialice y me permita conseguir el maillot amarillo. Aunque sea un color que me favorezca bien poco.
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SUS...PIRO

Tanto aire exhalado sin sentido... intentaré hacer algo productivo con él y convertirlo en palabras.