lunes, 16 de enero de 2012

Diario de Victorias

Hace un tiempo escribí una serie de entradas en otro foro respecto a los logros que iba consiguiendo mi hija. Con la intención de que no se pierdan, no por su valor literario sinó por lo que para mí representan, he decidido juntarlas todas aquí. Están escritas entre septiembre de 2009 y abril de 2010, seis meses que fueron muy significativos en su evolución.

Un paso más
Mi hija ya come alimentos sólidos. Sentada a su lado en la mesa de la cocina, frente a un plato de diminutos trozos de pan de molde regados con Nocilla (le encanta el chocolate) veo como los mira, selecciona y coge uno de ellos con los dedos.

Se lo lleva a los labios y, en vez de chuperretearlo, se lo introduce en la boca. La miro mientras descubre lo que es masticar (ella vino sin ningún extra de serie; hay que írselos poniendo uno a uno con paciencia infinita). Abre y cierra la boca, tremendamente concentrada en su trozo de pan con chocolate... Hasta que veo que abre mucho los ojos y descubro que se lo está tragando... Noto su extrañeza ante el paso de la comida y compruebo encantada que no lo devuelve como siempre había hecho. Estoy tan contenta que me acerco y le doy un beso. Ella está demasiado pendiente del chocolate, así que me aparta con un brazo mientras elige el próximo trozo que atacar. Han sido meses de duro trabajo preparándola a ella y buscando combinaciones de alimentos y texturas para llegar a este momento.

Apenas un paso infinitesimal para la Humanidad... pero un paso de gigante para Sara.

Canción de cuna
Mi hija lleva unos días muy irritable. Sospecho que le tiene que doler algo, porque arrastra una tos fea desde hace semanas y los jarabes no le hacen nada. El caso es que está cansada e irascible buena parte del tiempo...Ayer, cuándo acabó su sesión de terapia habitual, tenía un aspecto especialmente cansado. Parecía un animalillo enfermo; le faltaba energía. Vino a buscarme, me dio la mano y me llevó hasta su habitación. Normalmente, en ese punto, la dejo allí y me alejo; no quiere compañía cuándo está en su guarida. Pero ayer fue diferente. La vi tan indefensa que no pude irme. Ella se sentó en la camita, apoyada contra la pared, y se quedó quieta, sin ni siquiera ir a buscar alguno de sus juguetes. Me acerqué a ella y la tapé con su manta preferida. Sonrió y siguió quieta, mirando hacia su regazo...Así que decidí arriesgarme y me senté a su lado. Le empecé a decir cosas bonitas, esas cosas que dicen las madres a sus bebés, mientras le acariciaba sus preciosos rizos. Incluso me lancé a darle un par de besos...En ningún momento me rechazo, ni siquiera se alejó de mí como en otras ocasiones. Estuvimos allí un rato, solas, el tiempo se paró y, por fin, después de años, pude acunar a mi hija.

Miradas
Ayer mi hija me tomó de la mano y me sentó a su lado en el sofá. Tras unos instantes de jugar con un pequeño piano se giró hacia mí y me miró. Me miró y me vio. Por primera vez en casi cuatro años.

La vida puede ser maravillosa.
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martes, 10 de enero de 2012

Mi encierro

Víspera del día de Reyes a las 15:30 de la tarde. Mi horario laboral a punto de acabar y la oficina prácticamente vacía ya que ese día todo el mundo trabaja hasta las 15:00.

Decido ir al servicio justo antes de empezar a recoger mis trastos e irme para casa; he quedado con mi marido, los niños, mi madre y mi hermana para ir todos a la Cabalgata de Reyes que empieza a las 17:00 (lo sé, lo sé… planazo!!!).

Al ir a salir del cubículo al que llaman lavabo en mi oficina, descubro con horror que el pomo se ha bloqueado y que no puedo abrir la puerta. En la zona del edificio en la que trabajo, utilizamos ese baño tres mujeres: una está de vacaciones, la otra salía justo cuándo yo entraba y la que falta está encerrada en 0,96m2. El número no es baladí: tras los golpes y gritos de rigor para intentar que alguien se diera cuenta de que me había quedado encerrada, me dediqué a calcular las dimensiones de mi encierro: 1,2m de largo por 0,8m de ancho por 2,6m de alto. Un lujo, oyes…

La primera media hora transcurrió entre la sorpresa de la situación, los intentos de que “me se oyera”, y cálculos varios: además de los directos resultantes de multiplicar el número de baldosas por su longitud, hice varias aproximaciones para estimar lo que ocupaba el escaso mobiliario (un inodoro y una papelera higiénica femenina). De ello deduje que el espacio “libre” para pasear se reducía a 0,7 m2.

La segunda media hora me dí cuenta de que los golpes rítmicos podían inducir a error y hacer creer a un posible rescatador que se trataba de alguien haciendo obras. Procedí pues a dar golpes siguiendo melodías más elaboradas que acabaron con un “Para Elisa” bastante decente.

La escasez de resultados provocó tal desánimo en mí que, acomodándome entre la pared y los hierros del inodoro me quedé dormida… Aunque fueron apenas 15 minutos, me desperté con fuerzas renovadas! Ello me hizo darme cuenta de que las circunstancias no eran extremas: acababa de comer, disponía de un inodoro y de agua… aunque la falta de cisterna podía ser un poco desagradable si la sed me acosaba.

Decidí inspeccionar de nuevo mi celda y pensé en el techo técnico. Subiéndome al inodoro, presioné los trozos de techo hacia arriba de forma que uno de ellos se descolgó ligeramente hacia abajo: cayó así hacia mí una cantidad considerable de polvo que no me impidió ver la negrura del espacio superior. Consideré la posibilidad de que hubiera habitantes en aquel espacio y procedí a dejarlo como estaba: estar sola era malo, pero compartir aquel reducido lugar con una rata era bastante peor…

Para activar mi musculatura, un poco acartonada, decidí hacer flexiones en diagonal, ya que no daba más de sí el espacio disponible: descubrí que en esa posición puedo multiplicar por cinco el número de flexiones respecto a hacerlas en posición horizontal.

Habían pasado ya dos horas, y a pesar de mis gritos cada vez que oía algún ruido, nadie parecía darse cuenta de que estaba encerrada… Hasta que oí ruidos en el baño de hombres, contiguo al mío. Para mi alegría, esa vez mis imprecaciones llegaron a buen puerto, y un amable compañero que a las 17:30 seguía trabajando, llamó a Seguridad.

A partir de ahí todo fue muy confuso: la segurata no pudo abrir la puerta y llamó a Mantenimiento. El operario intentó forzar el pomo sin romper la puerta y parece que no fue posible así que me dijeron que me apartase que tiraban la puerta abajo…

En menos de 1m2, la idea de apartarse es poco menos que una utopía, así que me encaramé al inodoro para que al menos este parara el golpazo inicial… Y al fin ví de nuevo la luz del día y fui libre!!!!

SUS...PIRO

Tanto aire exhalado sin sentido... intentaré hacer algo productivo con él y convertirlo en palabras.